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La vida me estaba pasando por delante sin verla ni vivirla.
Mi carrera profesional la he desarrollado como economista y las crisis de los últimos años se tradujeron en una cantidad ingente de trabajo. Me sentía desbordado, agobiado y muy estresado. Me limitaba a sobrevivir. No supe gestionarlo.
Durante muchos años estuve en una situación de total desequilibrio. Me tomaba el trabajo como si fuera a vida o muerte. Sabía que no podía continuar así, pero no veía cómo salir del túnel. Había entrado en un círculo vicioso. Había perdido el rumbo de mi vida.
Me olvidé de mí mismo, ni me cuidaba ni me escuchaba.
No me sentía persona. Sólo era trabajo. Iba corriendo a todos los sitios, como si el mundo se fuera a acabar. No encontraba tiempo para aspectos tan básicos como comer, cuidar de mi aspecto físico, jugar con mis hijos o hablar un rato con mi mujer.
Me preocupaba por no defraudar a los demás, en lugar de preguntarme qué es lo que necesitaba y quería yo. Estuve trabajando con 38º de fiebre durante dos semanas antes de que me hospitalizaran. Eso lo dice todo. Me olvidé de mí y descuidé a mi familia, que siempre estuvo incondicionalmente a mi lado.
Expresé poco cómo me sentía, mucho me lo quedé dentro.
No era una persona feliz. Estaba insatisfecho con mi forma de ser y con la vida que llevaba. Sentía que estaba tirando mi vida por la borda. Esa persona alegre, risueña y optimista que siempre había sido se había esfumado.
Me sentía triste y abatido. Me faltaba energía. Me levantaba cansado, con ansiedad y sin demasiadas expectativas. Hablaba poco y me quejaba y enfadaba con demasiada frecuencia. El enfado se convirtió en mi nueva forma de expresarme.
Es como si el tumor me hubiera desenganchado de una adicción que me estaba matando. Me ayudó a darme cuenta de lo que realmente es importante para mí. Sólo fui capaz de cambiar cuando comprendí las consecuencias de no hacerlo.
Hoy sé vivir mejor mi vida. Me siento más fuerte y con más recursos. Mi experiencia me ha demostrado que no sólo podemos sobrevivir a las adversidades, sino que también podemos superarlas, transformarnos y prosperar. Nadie debería esperar a que le suceda algo grave para plantearse un cambio de rumbo, encontrarse, vivir en equilibrio y buscar su mejor versión.
En estos últimos años me he formado en educación y bienestar emocional y también en neuroeducación. Todo lo aprendido lo he ido poniendo en práctica. Siempre me ha apasionado el mundo de la educación e impartir formación, y qué mejor que hacerlo para ayudar a que las personas estén mejor.
Nº1
Formaciones en grupos reducidos para permitir un trato cercano y mayor interacción. Conferencias y charlas participativas. Intercambiar y compartir enriquece la experiencia de aprendizaje.
Nº2
Contenidos y estrategias respaldados por la investigación científica y experimentados previamente en primera persona. Todo tiene un porqué y está demostrado empíricamente que funciona.
Nº3
Puesta en práctica de los nuevos conocimientos y habilidades para entrenar e integrar lo aprendido y hacer efectivos así los procesos de cambio.
Un programa en el que se trabajan y ponen en práctica actitudes y habilidades que conducen a un mayor bienestar emocional.
Sesiones interactivas y prácticas hechas a medida, sobre temas como la regulación emocional, la gestión de preocupaciones, la resolución de conflictos y el liderazgo.
Es hora de dedicarte un tiempo a ti, conectar contigo y empezar a tomar las riendas de tu vida.