La educación emocional la podemos entender como un proceso de aprendizaje a lo largo de toda la vida cuyo objetivo es ayudarnos a crecer como personas y aumentar nuestro bienestar a partir del desarrollo de las competencias emocionales.
¿Y qué son exactamente las competencias emocionales? Para ello permitidme que me remita a Rafael Bisquerra. Rafael, además de ser una gran persona, es uno de los principales estudiosos y referentes de la materia y maestro mío.
Según Rafael Bisquerra, las competencias emocionales se pueden entender como el conjunto de conocimientos, capacidades, habilidades y actitudes necesarias para tomar consciencia, comprender, expresar y regular de forma apropiada nuestras emociones.
Las competencias emocionales las podemos estructurar en cinco grandes bloques, que paso a describir brevemente a continuación:
Consciencia emocional: Darse cuenta de las emociones que experimentamos y también de las que experimentan los demás.
Esta competencia incluye el percibir, distinguir, identificar y etiquetar las emociones que experimentamos, así como comprender sus causas y también sus consecuencias.
Para tener una buena consciencia emocional necesitamos conocer el vocabulario emocional, pues no podemos ser conscientes de aquello que no tiene nombre para nosotros. Cuanto más vocabulario tengamos, más rica será nuestra experiencia emocional.
Regulación emocional: Gestionar y expresar las emociones de forma apropiada.
La regulación emocional muchas veces pasa por crear un espacio entre la emoción que experimentamos y la acción a que predispone esa emoción, un espacio para parar y reflexionar antes de actuar.
La regulación emocional incluye aspectos como la prevención y gestión del estrés, la tolerancia a la frustración y la gestión de la ira. Muchas veces, la violencia se origina en la ira que no ha sido regulada de forma apropiada.
Autonomía emocional: Gobernar las propias emociones.
Esta competencia constituye un paso más en la regulación emocional y representa la capacidad de tomar decisiones emocionales por uno mismo.
La autonomía emocional incluye aspectos como el autoconocimiento, la autoestima, la automotivación, la actitud positiva y la resiliencia.
Una persona con autonomía emocional no se siente fácilmente influida por los comentarios poco agraciados que otras personas pueden hacer.
Competencia social: Gestionar adecuadamente las relaciones interpersonales.
Esta competencia aglutina aquellas habilidades y comportamientos que nos permiten manejarnos de manera solvente y positiva en nuestra relación con los demás.
La primera de las habilidades sociales es escuchar. Sin ella, difícilmente se pueda pasar a las demás: saludar, despedirse, dar las gracias, pedir un favor, pedir disculpas, etc.
La competencia social incluye micro-competencias como el respeto y la ayuda a los demás, la asertividad, la comunicación efectiva, el trabajo en equipo y la gestión de conflictos.
Habilidades para la vida y el bienestar: Adoptar comportamientos apropiados y responsables para afrontar de forma satisfactoria los desafíos diarios de nuestra vida.
Esta competencia incluye aspectos como la fijación de objetivos realistas, el fluir, la bondad y la gratitud, la toma de decisiones, el saber buscar ayuda y un optimismo realista.
Las competencias emocionales son básicas para la vida y se trabajan y desarrollan a lo largo de la misma.